Hacia una reforma impositiva proactiva y equitativa
Por Guillermo Siro – Presidente de la Confederación Económica de la Provincia de Buenos Aires (CEPBA)
Estamos transitando la segunda ola de una historia indeseada como es la presente pandemia. Donde la vida y la salud son bienes muy preciados que seguimos defendiendo, al mismo tiempo que nos hemos esforzado cotidianamente por lograr una economía con la mayor reactivación posible, saneada y sin inflación o cuyos índices estén en claro descenso.
Entendemos que una de lasclaves para una reactivación económica para un despegue hacia el crecimiento sustentable debe ser una política de reglas claras, pero también equitativas. Donde se vea justicia en la distribución de premios y castigos.
Allí entra a jugar la presión impositivaque en Argentina es una de las más altas de América Latina. Eso hace que las inversiones se demoren ya que muy pocos quieren incorporar capital a las empresas.
Lamentablemente, y pese a encomiables esfuerzos realizados desde distintos niveles de gobierno, no se ve luz al final del túnel. Al menos, en la carga tributaria estamos lejos de un criterio equitativo. Esto, más que aplicable a una gestión, parece que se instaló como regla de manual desde hace décadas.
Subordinar el combate a la evasión al incremento de la presión impositiva no sólo es un error de concepto, sino que denota una disvalioso criterio moral. Así, se tapa con la alfombra a la gran economía en negro que evade día a día y que, aprovechando esa condición para bajar costos, hace su negocio vendiendo más barato que el que cumple pagando con sus obligaciones.
Por Acción u omisión, se está amparando a quienes se burlan del Estado y de la sociedad y delinquen evadiendo sus impuestos. Le restan ingresos al Estado provocando un agujero negro que el estado justamente cubre exigiéndoles aún más a los que mes a mes pagan sus tributos.
Un caso muy emblemático de lo expuesto se ve en el rubro panaderías, donde los dirigentes nos dicen que son muy pocos los que están inscriptos y tienen registrados a sus empleados, mientras que un sector clandestino, elabora pan sin garantías de calidad sanitaria ni bromatológica y lo revende a otro vasto sector que también, en oscuros laberintos fuera de la ley, venden su producto omitiendo todo tipo de obligaciones.
Esto que sucede con las panaderías ocurre también – con distintos detalles y precisiones – en la actividad textil, marroquinería, almacenes, alimentos, carnicerías,pollajeríasy verdulerías. Todo eso explica no ya un país fuera de la ley, nos remite también la metáfora de un país que no puede arrancar ni económica ni moralmente.
Tenemos la necesidad de reflexionar sobre estas cuestiones que se tornan imperativas y urgentes en un país en el cual, según últimos datos de la AFIP, más de 23000 pymes han cerrado el último año, mientras que más de 230 mil trabajadores perdieron sus empleos y pasaron a engrosar un índice de desocupación cercano al 12 por ciento.
En un país donde hay mucho para reconstruir y para soñar bueno es volver a sentar bases con un nuevo sello político y moral en cuanto al reconocimiento al control y a las sanciones.
Resulta muy duro para empresarios y comerciantes de todo el país agregarle al riesgo lógico de sus inversiones un riesgo aún mayor con la desleal competencia de una economía en negro que erosiona el optimismo y el patrimonio de muchos.
No hay caricias de parte del estado en materia impositiva. Lo cierto es que los municipios han aumentado mucho sus tasas y eso ha llevado a que muchas actividades sean inviables y la presión tributaria de la provincia de Buenos Aires es muy alta al igual que la de Nación. En la rutina cotidiana del mostrador no sólo nos preocupamos por la baja en las ventas. También nos damos cuenta todo lo que pagamos y cuánto pagamos.
Es por todo esto que necesitamos como el agua de una reforma impositiva proactiva que evite la duplicación de impuestos, la doble imposición y que genere la ampliación de la base tributaria. En buen romance: Priorizar el combate a la evasión por sobre el incremento impositivo.
No es original, pero gozan de una gran actualidad las frases escuchadas con recurrencia desde distintas gestiones acerca de la necesidad de que los contribuyentes paguen sus impuestos. Porque si todos pagamos, pagaremos menos. Y, si todos pagamos, un criterio de igualdad reforzará el optimismo emprendedor. Será una importante vidriera para mejorar el clima de las inversiones y los negocios.
En la medida que todos paguemos, menor será el costo y más inmediata la recuperación.