El sector empresario debe lidiar con un contexto poco previsible
Por: Mario Grinman presidente de la Cámara Argentina de Comercio
Si tuviera que elegir tan solo una palabra para definir al año entrante, esta sería “incertidumbre”. Podrá decirse que el futuro siempre es incierto y eso es verdad, pero hay una cuestión de grado. Y lo que percibo para los próximos meses es que las certezas son escasas y los interrogantes muchos más que los habituales.
En el panorama mundial, el conflicto desencadenado por la invasión rusa a Ucrania, más allá del drama humanitario que significa, ha abierto un escenario geopolítico nuevo, a la par que ha generado dudas sobre la estabilidad de las cadenas de suministros de productos clave como el gas y los granos, disparando algunas de sus cotizaciones, y potenciado la inflación en las economías centrales. ¿Cómo responderá la política comercial de las principales naciones? ¿Qué consecuencias traerá un eventual endurecimiento en el frente monetario sobre el nivel de actividad? ¿Cómo derramará esto sobre la demanda de los productos de exportación de Argentina y sus precios? Preguntas que surgen y aguardan respuestas.
Simultáneamente, asistimos a un clima político y social enrarecido. La polarización dentro de las democracias líderes y la radicalización en los discursos ganan lugar. Lo vemos en países de la región y también en los del norte. Estamos en un tiempo en el que la democracia liberal afronta embates por izquierda y por derecha, incluso en naciones que eran sinónimo de estabilidad institucional. ¿Qué tanto puede tensarse el sistema sin quebrarse? ¿Cuánto se extenderán temporal y espacialmente las posturas extremistas? ¿Es posible acordar y mantener políticas de Estado en una atmósfera tan crispada? Para complicar las cosas, debemos agregar que, aunque la pandemia de covid-19 va quedando en el olvido, está latente la amenaza de que se produzcan rebrotes con nuevas variantes, como algunos científicos vaticinan; y de que, como tantos otros anticipan, asistamos más temprano que tarde a nuevas pandemias. Si eso ocurriera, ¿volverían a adoptar los gobiernos medidas como las aplicadas en 2020? ¿Serían acatadas por sociedades en las que los discursos anticiencia y las ‘fake news’ parecen haber arraigado? ¿Cómo se conjugará esto con la inestabilidad institucional antes mencionada?
Más allá del escenario internacional que acabamos de describir a grandes trazos, tenemos importantes preguntas abiertas dentro de nuestras fronteras. Hasta dónde llegará la inflación local, cuántos segmentos cambiarios tendremos en los próximos meses y en qué grado se podrán corregir las cuentas fiscales son algunas de las principales que se plantean en el plano macroeconómico.
También tenemos incertidumbre a nivel sectorial. Al mirar al agro, por ejemplo, nos preguntamos cuán grave y extendido será el efecto de la importante sequía en curso; mientras que en el frente energético se mantiene el interrogante de si para el invierno próximo contaremos con la infraestructura adecuada para transportar el gas de Vaca Muerta, reduciendo de este modo la costosa dependencia de las importaciones energéticas. En el comercio y los servicios, en tanto, nos preguntamos sobre los efectos que tendrá sobre el poder adquisitivo de la población la aceleración inflacionaria que se produjo en los últimos meses; a la par que resta ver la evolución que tendrán las restricciones a las compras externas –que implican limitaciones a la oferta no solo de bienes finales importados, sino también de artículos producidos localmente con insumos importados, y que perturban la operatoria de numerosas empresas–.
En el plano político-institucional, en tanto, asistimos a iniciativas para modificar la Corte Suprema de Justicia o eliminar las PASO, lo que deja en evidencia que ni siquiera ciertas cosas básicas las podemos dar por seguras. Mientras eso ocurre y la sociedad soporta padecimientos varios, oficialismo y oposición, lamentablemente, parecen más enfocados en sus propias rencillas internas que en los graves asuntos que deberían concitar su atención, lo que ni siquiera deja prever cuál será la oferta electoral que tendremos en las elecciones del próximo año.
Así las cosas, el sector empresario no solo debe lidiar con la incertidumbre propia de su negocio (¿surgirá un nuevo competidor que quitará mercado a mi empresa? ¿cambiarán los gustos de los consumidores y deberé adaptar mi producto?) sino que también debe tratar con un contexto global y local muy poco previsible. Y me permito agregar que junto a la incertidumbre señalada tenemos unas cuantas certezas, pero que no son precisamente alentadoras. A modo de ejemplo, podemos mencionar una muy elevada presión tributaria que sabemos que no se va reducir en lo inmediato; falencias estructurales en materia de infraestructura que llevará años corregir; una maraña de regulaciones que bloquean la actividad productiva y que demandará tiempo desanudar.
En este panorama tan desafiante, los empresarios tenemos la menuda tarea de seguir llevando adelante a nuestras firmas. De día tras día levantar las persianas de los comercios, poner a andar las máquinas y sembrar los campos, generando valor agregado y empleo en este país, nuestro querido país.
Y lo hacemos en un entorno como el que describí, por demás adverso. Algunos pensarán que obramos de esta manera porque somos inconscientes y no comprendemos las dificultades presentes; o porque somos miopes temporales y no avizoramos la negrura del horizonte, pero yo estoy absolutamente convencido de que no es así. Si los hombres y mujeres de negocios día a día seguimos poniendo en marcha nuestras empresas no es por inconsciencia, sino al contrario, es porque somos conscientes de que las trabas están, pero también de que hay un potencial latente en recursos humanos y materiales que puede aprovecharse. Y tampoco es por miopía respecto al futuro, sino al contrario, es porque sabemos que más allá de las dificultades del corto plazo nuestro país puede tener un porvenir promisorio.
En definitiva, los argentinos nos asomamos a un año en el que la incertidumbre parece ser la norma y las dificultades lamentablemente abundarán, pero sepamos que eso es algo que puede revertirse. No serán pocos los obstáculos, pero estoy convencido de que tampoco somos pocos los que en el 2023 trabajaremos para cambiar este escenario. Somos muchos los que con nuestra labor cotidiana seguiremos construyendo esa Argentina que queremos para nosotros y para las generaciones venideras. Es esa nuestra vocación. Y es ese nuestro compromiso.